¿Estás pensando en cambiar de asesoría fiscal, porque no estás contento con el servicio que te ofrecen? si es así no dejes de leer el siguiente artículo que podría servirle para adoptar las medidas necesarias.
En la rama de la asesoría fiscal y legal, como en cualquier otra rama profesional, existen muy buenos profesionales, que se esfuerzan y esmeran por dar el mejor servicio a sus clientes, y también hay profesionales menos cualificados, o que estándolo, no ponen todo de su parte para ofrecer el mejor servicio a sus clientes.
En definitiva, no todos los asesores fiscales son iguales, pero igualmente no todos los clientes utilizan el mismo patrón o escala de valores en la toma de decisiones para contratar los servicios de un asesor.
En más ocasiones de las que debiera, he tenido conocimiento de que en la elección efectuada por un cliente para contratar los servicios de un asesor fiscal o legal, ha sido determinante el hecho de que sea o no simpático, circunstancia que siempre me sorprende escuchar.
En la práctica profesional, me suelen llegar casos en los cuales tengo que revisar el trabajo realizado previamente por otros profesionales de mi sector, y en más ocasiones de las que debiera he detectado que las decisiones que fueron tomadas no fueron las correctas, perjudicando con ello los intereses del cliente.
La mayoría de personas que contratan los servicios de un asesor fiscal o legal, ponen toda su confianza en él, y dan por sentado que el servicio que le van a proporcionar será bueno.
Tres son los motivos principales por los cuales se decida cambiar de asesor:
Desde Fiscalex Asesores Fiscales y Legales, consideramos que un buen asesor fiscal es aquel que informa a su cliente de todas las alternativas fiscales existentes que pueden plantearse ante una situación de hecho concreto (informar por escrito), y que sea partidario de incentivar una comunicación fluida entre asesor-cliente.
Uno de los consejeros que solemos dar a nuestros propios clientes, es que transcurrido cierto tiempo (un par de años mínimo) desde que contrataron nuestros servicios acudan a un experto independiente para que revise el servicio que le estamos prestando, para disponer de una segunda opinión a los efectos de tomar decisiones.
Otro consejo que suelo darles, es que nos requieran (cuando no lo hacemos) que le facilitemos un contestación por escrito de cuantas dudas puedan surgirle en los asuntos de índole fiscal o legal que tengan, nos gusta incentivar la comunicación por correo electrónico para que siempre quede constancia de las peticiones.
La profesión de asesor fiscal “ NO ESTÁ REGULADA LEGALMENTE”, es decir, no es necesario disponer de título universitario, ni tampoco estar colegiado. Esta es la razón por la cual muchos asesores (entre los cuales me incluyo), decidimos utilizar el término «soy abogado» o «soy economista», aunque en la práctica esta distinción no es tenida en cuenta por los clientes, lo que entiendo es un enorme error.
Existe intrusismo en el sector profesional de «asesor fiscal», y por mi experiencia profesional detecto la existencia de tres perfiles de asesores:
El bueno.
Suele corresponderse con un profesional que dispone de título universitario, que trabajó durante algunos años en un despacho profesional (bufete de abogados y/o asesoría fiscal) y que dispone de cierto “reconocimiento” entre compañeros de profesión, de trato directo e inmediato, y que suele contestar por escrito de las dudas de los clientes.
Muchas personas creen identificar “al bueno” con aquel que dispone de referencias de otros clientes que le han aconsejado. Por mi experiencia profesional, considero que “las referencias” sólo deben ser consideras como “indiciarias” de un posible “buen asesor”, circunstancia que debe ser complementada con otras cualidades que el cliente debe exigirle.
El guapo.
La principal característica de esta categoría de asesores es que suele ser una persona «simpática», con gancho, un comercial puro y duro, los clientes suelen escogerlos por las referencias que le han dado de él, por su «labia» o por internet.
Suele corresponderse con un profesional que dispone de título universitario (los hay sin titulación universitaria), que ha trabajado durante algunos años en un despacho profesional (los hay que no han realizado prácticas) y que dispone de cierto “reconocimiento” entre los clientes (en ocasiones también entre compañeros de profesión).
Dentro de ellos, puedes encontrar al guapo-bueno, y al guapo malo, es difícil diferenciarlos, por lo que recomiendo al cliente que no se fíe nunca de las apariencias, y sea «precavido»
El malo.
Suele corresponderse con un profesional que NO dispone de título universitario (aunque los hay con título), que NO ha ejercido de prácticas durante algunos años en un despacho profesional (los hay que sí han trabajado en otras asesorías) y que podría tener de cierto “reconocimiento” entre los clientes (NUNCA entre compañeros de profesión).
Como podéis comprobar, nos es fácil encontrar un buen asesor fiscal, por ello recomiendo una serie de pautas que puedan ayudar a minimizar “el riesgo” de toparse con uno “asesor malo”.
Gustavo Adolfo Murillo González.
Abogado y Economista.